El vallenato comenzó en la costa hace más de cien años y hoy en día, es un género musical que traspasa fronteras. No es una casualidad que haya sido declarado por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, ni que, gracias a sus melodías y ritmos, haya logrado que en todas las regiones de Colombia acompañe una parranda o un despecho.
Que un género musical perdure por más de un siglo, no es solo porque sus canciones clásicas hoy en día reúnan millones de reproducciones en Youtube o, porque aparezcan exponentes que le aportan algo nuevo al género.
Detrás de que el vallenato se conserve a lo largo de los años, hay algo que va más allá de un concierto, un nuevo disco o una canción que pegue en la radio: los niños que aprenden a tocar un acordeón y, de paso, conservan la historia de los grandes juglares de la música.
Las nuevas generaciones se nutren de la historia vallenata desde sus primeros años y conservan la tradición del acordeón, la caja y la guacharaca. Que un niño interprete canciones de Diomedes Díaz, Alejo Durán, Rafael Escalona, entre otros, ya de entrada, evita que estos nombres queden en el olvido.
Con los años la llegada de los niños en el género ha ido cambiando. Antes, el acordeón era sinónimo de bebidas y descontrol. Los juglares acompañaban las parrandas con chirrinchi y pasaban horas entre tragos y notas musicales, lo que llevaba a los padres a evitar este camino para sus hijos.
Pero con el tiempo todo ha tomado otro rumbo y ahora, son los padres quienes se animan a llevar a sus hijos a que aprendan a tocar el acordeón o los incitan a que conformen una parranda vallenata.
Carlos Díaz, director de Sendero de Acordeones, ha sido testigo de esto. Desde 1999 ha enseñado a niños desde los 5 años a tocar acordeón e incluso, ha recibido a mayores de 60 años, quienes algún día tuvieron el sueño de dominar este instrumento y por cosas de la vida no lo lograron.
El guajiro, sobrino de Leandro Díaz y bisnieto de José Dolores Brito ha dedicado las últimas dos décadas a que la música vallenata no pierda vigencia y lo ha hecho a través de las nuevas generaciones.
«Una de las fórmulas para que el vallenato no se acabe son las escuelas tradicionales de música vallenata, trabajamos por el rescate de las raíces de este género musical. Por el peso del acordeón, empezamos con niños entre los 5 y 6 años en adelante, quienes aprenden paso a paso cómo dominar este instrumento».
En el proceso aprenden también sobre la historia del acordeón y cómo este instrumento entró por La Guajira, hablan de los grandes exponentes de la música vallenata y conocen cuál es la técnica que debe usar para ubicar correctamente los dedos en el teclado.
‘Te necesito’ y ‘María Espejo’, ambas canciones de Diomedes Díaz son las favoritas para comenzar a tocar un acordeón, por la suavidad de sus notas. Pero cuando el nivel avanza, una puya se atraviesa en el camino y el ritmo del acordeón empieza a tener una exigencia más alta.
«Si de vallenato se trata, a nadie le cerramos las puertas. Hoy en día tenemos a un niño 100% wayuu y aunque conserva las notas del acordeón, interpreta las canciones en wayuunaiki. También tenemos a un niño con síndrome de down, que no solo domina el acordeón, sino que lo canta perfectamente».
También destaca la labor de las mujeres, ese género que hace años, por cuestiones machistas, era discriminado en esta industria musical.
En otros tiempos, los papás no dejaban que las niñas ejecutaran el acordeón, porque según ellos, era un instrumento para hombres. Desde la época de Patricia Teherán, este género revolucionó el vallenato, aunque desde mucho antes varias mujeres venían con la idea de meterse a esta industria. Hoy en día las veo en tarima y siento que han dejado claro que tiene una actitud envidiable. Bailan y gozan de una manera tan alegre, que sin darse cuenta les han ayudado a los hombres a mejorar sus presentaciones».
Si hay un consejo que Carlos le puede dar a los pequeños talentos es que persigan sus sueños. No a todos los niños de la costa les debe gustar el vallenato, ni tiene que aprender a tocar acordeón, pero si lo tienen en mente, no deben dudar en hacerlo, pues gracias a su aporte, este género no perderá vigencia.
Por: Carolina Vergara López – Periodista
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