La Hamaca Grande, El Mochuelo, Mercedes y El Viejo Migue ya no se escucharán en la voz del maestro Pacheco. Para los amantes de la música resulta doloroso despedir al maestro de la música de acordeón sabanera Adolfo Rafael Pacheco Anillo.
Con más de 50 años de vida artística, este músico, compositor y cantautor de origen sabanero se convirtió en un auténtico ejemplo de la cultura y la identidad del Caribe colombiano.
El deceso del compositor Adolfo Pacheco fue confirmado en las últimas horas, tras permanecer internado en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica General del Norte, centro asistencial donde fue remitido desde el Hospital de Calamar, donde resultó herido en un accidente de tránsito en las vías de Calamar, Bolívar, cuando el juglar se desplazaba desde su ciudad natal, San Jacinto, hacia Barranquilla.
Al parecer, una de las llantas del vehículo en el que viajaba estalló, lo que hizo que el carro tuviera movimientos bruscos que afectaron la ubicación del marcapasos que le fue colocado en su corazón hace un par de años, lo que complicó otros órganos vitales y provocó su deceso, pese al esfuerzo de los médicos por mantenerlo con vida.
Recordado además por sus anécdotas, esas mismas a las que musicalizaba con su acordeón, para convertirlas en historias enmarcadas en la cotidianidad de su natal San Jacinto y del resto de poblaciones de las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba, que se identificaron con sus vivencias.
En el año 2020 fue postulado oficialmente al premio vida y obra del Ministerio de Cultura, a través del Instituto de Cultura y Turismo Icultur.
La obra musical de Pacheco ha sido, es y seguirá siendo exitosa por donde se mire. Son más de 180 canciones grabadas, 60 de ellas han sido grandes éxitos en diferentes ritmos y géneros, pues su talento, tan grande como su hamaca, además le permitió ser autor de temas que luego sonaron como cumbias, porros, chandé e incluso boleros.
Nació el 8 de agosto de 1940, década marcada por notables personajes que a diario sonaban en la radio debido a la segunda guerra mundial, algunos aseguran que de ahí proviene su nombre de Adolfo, por causa de una inocente admiración de su mamá Mercedes Anillo, y su papá Miguel Pacheco, hacia el líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, de quien para esa época se hablaba en todos los rincones del globo terráqueo.
Estudió primaria en San Jacinto, en el Instituto Rodríguez, y el bachillerato en el Colegio Fernández Baena, en Cartagena, claustro en donde se apasionó por la literatura, más tarde comenzó estudios de Ingeniería en la Universidad Javeriana, de Bogotá, pero las circunstancias económicas no le permitieron continuar. Sin embargo, se puede decir que uno de sus grandes maestros fue su abuelo paterno,
Laureano Antonio Pacheco Estrada, decimero e intérprete del tambor, quien le enseñó los primeros pasos musicales. Él fue testigo de la que se cree fue la primera composición del artista de Adolfo Pacheco, cuando apenas tenía 7 años, una puya llamada Mazamorrita crúa.
Adolfo Pacheco es una mezcla de razas indígena, negra y blanca. Su bisabuelo paterno, Laureano Pacheco, era de Ocaña, blanco y pecoso y al poco tiempo de haber llegado a San Jacinto se casó con una mujer negra llamada Crucita Estrada, famosa por hacer deliciosos bollos.
Su papá, el viejo Miguel, como le decía de cariño, tuvo cerca de 21 hijos, pero en el caso de Adolfo, soñaba con verlo graduado como Abogado. Sin embargo, ese fue un anhelo que se cumplió en 1976, cuando Adolfo, ya de 36 años de edad, ingresó a estudiar Derecho en la Universidad de Cartagena. Allí se graduó en 1983 con una tesis sobre derechos de autor. En esa universidad conoció a la abogada Lady Anillo con quien se casó en 1976. A ella le dedicó El tropezón, una canción que popularizó Diomedes Díaz.
Adolfo Pacheco, además de músico, también tuvo una fuerte inclinación por la política. Fue concejal de San Jacinto, diputado del Departamento de Bolívar, secretario de la Asamblea de Bolívar y director de Tránsito de Bolívar.
Dimas Solano, músico y compañero de tarima del maestro Adolfo Pacheco durante 40 años, lo recuerda no solo como músico, sino como maestro y como un amante de las peleas de gallos.
“Gracias a Dios aprendí mucho de él, porque me decía que cantar no es gritar, cantar es entonarse, buscar el tono adecuado para que se te sienta la voz con más fortaleza, más clara. Me dijo una vez, al tono con el que tú cantas, bájale medio tonito para que veas que cantas más cómodo”, dijo.
La amistad se forjó desde la infancia, cuando el maestro andaba dejando amores por los caminos de San Jacinto y sus alrededores.
“Tuve una relación con él desde muy niño porque él fue mi maestro, yo lo conocí desde muy niño porque él se crió con mi papá y con mis tíos. Además mi familia tenía cuerdas de gallo y al maestro le gustan los gallos finos. Él me vio nacer, es hasta es mi padrino de confirmación, y para remate una de las novias de él, en su juventud, era profesora mía en el Instituto Rodríguez, entonces ella le mandaba razones y él le mandaba razones conmigo”, recuerda.
Durante 40 años, Dimas acompañó al maestro Adolfo en sus presentaciones musicales.
“Yo me aprendía las canciones de él, pero primero comencé con un grupo mío, cantando. Así estuve unos 12 años, hasta que un día el maestro Adolfo estaba buscando un apoyo en las voces y le dijeron que el que se sabía toda la música de él era yo, y como siempre él me escuchaba cantar las canciones con los otros grupos, entonces siempre estaba pendiente de mí y me educó mucho la voz “, narró Solano.
El maestro Adolfo siempre se caracterizó por las vivencias que plasmaba en la música, como lo hizo en temas como ‘El Mochuelo’, entre muchos otros.
“Adolfo componía muy bonito, muy poético, hay personas que componen sin son ni ton, sin profundidad le cantan a lo que sea. Pero él va enfocado a lo real, algo que vio o le pasó, no son discos por encargo, como la mayoría de los compositores que hoy en día trabajan por encargos. Para él todo se hace con su planificación, su hecho pensado, sus vivencias”, concluyó.
El maestro Adolfo tuvo ocho hijos producto de varias relaciones maritales, uno de ellos falleció hace algunos años por causa de una enfermedad crónica.
Fuente: El Heraldo