Coincido de manera plena con quienes afirman que ‘Ya no me duele más’, la nueva canción de Silvestre Dangond, no es vallenato.
Anticipo que esa será la línea por la que seguirá el urumitero, le lloverán más críticas, pero en medio de ese aguacero le llegará el brillante sol de la internacionalización y es cuando todos señalarán el origen suyo: El vallenato.
El tema amerita y causa debates en radio, extensas charlas de parranda y columnas como esta, por la sencilla razón de que se trata del más exitoso cantante de la época, parido por el folclor del Valle del Cacique Upar. Dangond la tiene clara y busca el ligero espacio para calar posiciones a las que llegaron otros artistas latinos, que hoy son espectáculo en cualquier país en que se presenten, incluyan en la lista el Festival de la Leyenda Vallenata, porque en el Parque Consuelo Araújo-Noguera los hemos tenido.
Aquí el asunto es práctico. Silvestre ya conquistó y reinó en el vallenato y solo el tiempo le dirá si la búsqueda de nuevos sonidos, nuevo público, nuevos contratos, nuevos escenarios de concierto y hasta nuevos records en venta, fueron posible.
Es necesario dejar volar a Dangond, no intentar atarlo a los exigentes cánones del vallenato, que año tras año califican y entregan corona a los mismos sonidos, salidos de los acordeones rutinarios de los concursantes del Festival. Criticar a Silvestre es señal de querer hundirse en un mismo balde y despreciar la oportunidad que desde afuera él lance una cuerda que permita la salida colectiva.
Los juglares, recuerden a Alejo, hablen de Luis Enrique Martínez, piensen en el mismo Alfredo Gutiérrez, en el viejo Calixto Ochoa, en quienes quieran, pues sabrán que hicieron lo mismo que hoy hace Silvestre: Ellos sacaron de su aldea la música que les dio representatividad. O qué habría pasado con Escalona si se queda en Patillal, con Leandro en San Diego o con Huertas en las polvorientas calles guajiras.
Los tiempos cambiaron y el mercado es más exigente. Ya no hay cartas perfumadas, los tiempos son otros y quien no acepta el cambio será prisionero del ostracismo. Es por eso que deben sellar un pacto con la internacionalización del vallenato: ¡Dejen ir a Silvestre!