En el estudio de grabación MyF, donde graba todas las canciones que compone, Rosendo Chendo Romero siempre tiene trago para sus músicos. Pero él no bebe licor. El calor de Valledupar lo pasa siempre con algún jugo natural, y su favorito es el de guanábana.
Vive en el barrio El Cerrito de Valledupar en una casa de tres pisos. Es sencilla. Los muebles son de madera barata y oscura. El sofá es también café, más claro, y los cojines son completamente redondos. Es incómodo. Chendo se sienta ahí a recibir a los peregrinos que pasan por la capital del Cesar investigando sobre el vallenato. Es ahí donde doña María, la señora que ayuda a Chendo con la limpieza, sirve la mayoría de jugos.
Romero es el gran compositor que queda vivo de la Dinastía Romero. Su nombre no es conocido entre el colombiano común, pero cualquier conocedor o apasionado del género sabe que es el último descendiente de los grandes músicos del vallenato.
Por eso en noviembre de 1980 Diomedes lo buscó. Necesitaba un éxito, pero un éxito que fuera tan bueno que durara en la mente de los colombianos.
Chendo vivía junto a su hermano Israel Romero en el barrio Los Alpes, en Barranquilla. Era un barrio de guajiros con casas amplias. Hasta allá fue un muchacho flaco, mal vestido, que recién se bajó del taxi le gritó con la altivez guajirá: “Oye, ¿tú eres Rosendo? Es que Diomedes quiere que le mandes la canción”. Romero duró incrédulo un par de minutos de que ese fuera un enviado de Diomedes, pero luego lo constató y le mandó el casete.
En esa cajita de plástico el hijo de la Dinastía Romero le mandaba Mensaje de Navidad, una canción que había compuesto con Diomedes en la mente. Romero es un compositor prolijo: en media hora sacó la primera mitad de la canción, pero antes del coro se bloqueó. Duró una semana dándole vueltas, pero una mañana se sentó con el acordeón en las manos y de repente encontró su norte: en media hora tenía finiquitada la canción que lo consagró como uno de los históricos de la composición vallenata.
El joven guajiro llevó el casete a un hotel en la calle 72 de Barranquilla, frente a un Olímpica y al lado de la panadería Panamericana. Menos de un mes después, Diomedes estaba en Bogotá llamando a Rosendo Romero para que le diera el visto bueno. Lo citó en CDS, los estudios que luego pasaron a ser Sony Music. A las 10 de la mañana se vieron, y Chendo se sorprendió: Diomedes había logrado mejorar su canción.
El Cacique ya había grabado otra composición suya, Fantasías, que fue la canción que lo llevó por primera vez a cantar junto a Jorge Barón en el Show de las Estrellas. Fue su debut nacional. Para entonces los del Binomio le decían a Diomedes que era una cantante más y que nunca pasaría más allá del Puente Pumarejo. Fantasías fue un año seguido la canción número 1 en la mayoría de emisoras de Bogotá.
Colombia conocía a su cantante del siglo.
Y fue Mensaje de Navidad la canción que lo entronó. Desde entonces, hace 37 años, llega diciembre y esa canción se convierte en la más sonada en la mayoría de pueblos del país. El éxito radica en que se juntaron tres grandes de la música vallenata: Diomedes cantando a Chendo Romero, y en el acordeón Colacho Mendoza.
Esa canción hizo de Romero la leyenda que es hoy. Nació en Villanueva, el verdadero pueblo vallenato. El barrio de los Grammys, así le dicen a Cafetal, donde nacieron los hermanos Zuleta y Jorge Celedón, los primeros en tener este premio en el género del acordeón. Los primeros nacieron en la misma calle de Petra Campo, la abuela de Chendo Romero. Celedón nació en la casa de al lado de la señora Campo, y Chendo lo vio desde la primera vez que Maura Guerra sacó de la casa a Jorge Celedón.
Chendo Romero es de esos guajiros que no recuerdan muy bien su fecha de nacimiento. Para decir a qué edad salió de Villanueva hace cálculos: “No sé, tenía 18 o 19 años.” De ahí salió para Cartagena, luego Bogotá y Barranquilla. En cada ciudad compuso canciones, y para 1980 ya le había dado a Diomedes las dos canciones que los inmortalizaron en la cultura vallenata.
Fuente: Las 2 Orillas